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Espacio y tiempo constituyen las dos coordenadas básicas dentro de las cuales los gobiernos, en este caso Locales, deben intentar llevar a cabo los contenidos programáticos con los que concurren a las elecciones. Ambas crean el marco dentro del cual están comprendidas todas las incidencias, unas previstas y otras sobrevenidas, y por lo tanto desconocidas, que configuran las procelosas aguas en las que tendrán que navegar durante cuatro años e intentar llevar la nave a buen puerto.
Cuando hablamos de espacio no nos estamos refiriendo tanto al marco territorial donde desempeñan su labor las Corporaciones locales, que ya sabemos que es el municipio, cuanto a la amplitud y el calado de las acciones que quieran abarcar y los objetivos que pretendan alcanzar. Al contrario que el tiempo, que está determinado de antemano, el espacio en el sentido que aquí lo utilizamos está muy mediatizado por una serie de condicionantes, a algunos de los cuales nos gustaría referirnos.

En primer lugar al escenario de partida o, dicho de otra forma, a la herencia recibida. En qué situación se encuentra la capacidad operativa del ayuntamiento, en lo referente a recursos de toda índole- organizativos, técnicos, humanos, etc..- haciendo especial hincapié en los económicos y financieros, que son los que en última instancia más impulsan o lastran las posibilidades de gestión. Es sabido que en todas las corporaciones cuando se produce el cambio de guardia, los nuevos inquilinos se encuentran con sorpresas, a las que hay que hacer frente y cuyo desconocimiento sólo inicialmente puede ser pretexto de justificación para posibles incumplimientos. Al fin y al cabo los electos lo son asimismo para hacerse cargo de cualquier tipo de eventualidad y, llegado el momento, también serán evaluados por la manera en que solventaron aquellas situaciones de las que no eran responsables.

Otras circunstancias que inciden en el marco de actuación vienen establecidas por el juego de mayorías y minorías dentro de la corporación, aspecto que en lo que concierne a Zuera se ha solventado mediante un pacto entre el Partido Socialista y la candidatura de Somos Zuera. Es decir, hoy por hoy el equipo de gobierno goza de estabilidad. Entre ambos grupos disponen de mayoría absoluta, por lo tanto es responsabilidad de ambos que los asuntos lleguen a la mesa de decisiones convenientemente estudiados, madurados y atados. Si quieren y pueden ampliar el marco de consenso es cuestión que dependerá de la dinámica de gobierno que entre unos grupos y otros establezcan.

Así mismo, el factor de inexperiencia en labores de gobierno que concierne a la mayor parte de los miembros de la coalición también será una cuestión que, al menos en principio, habrá de dejarse notar en la marcha de los acontecimientos. Pero esa limitación solo puede ser subsanarla con el trabajo de cada día y la complicidad del tiempo.
A las cuestiones aquí mencionadas, cabría añadir, por supuesto, aquellas otras de naturaleza supramunicipal que atañen a la coyuntura política, económica y social en el conjunto de la Comunidad Autónoma o del Estado, y de la cual también se derivan efectos que inciden en los asuntos municipales.

En lo referente a lo que hemos denominado coordenada tiempo, el presente mandato se va a ver afectado- de hecho ya lo está siendo- por la convocatoria de Elecciones generales que se anuncia para el mes de diciembre. Esta contingencia va a distorsionar el normal funcionamiento de las instituciones, máxime en un momento en que las nuevas corporaciones locales están comenzando su andadura. No tiene por qué ser un tiempo perdido, ni mucho menos, pero sí serán unos meses de anormalidad en la gestión de múltiples asuntos de carácter interinstitucional.
Por otro lado, es habitual que los últimos meses de los mandatos acostumbren a funcionar arrastrados por la inercia creada en los años precedentes, puesto que la vista y las energías están ya situadas en el horizonte de la siguiente convocatoria electoral. No se detiene la gestión, pero las prioridades pasan a ser otras.
En este sentido no es exagerado pensar que el actual periodo de gobierno pueda quedar reducido a tres años de verdadera operatividad.

El problema que se plantea en estas condiciones consiste en qué hacer en los tres años troncales del presente mandato. Qué prioridades de envergadura acometer, de manera que el municipio avance y mejore – que es para lo que están los gobiernos municipales – y para que a la vez, el esfuerzo que conlleva sacarlas adelante pueda ser captado y reconocido por el conjunto de los ciudadanos. Difícil tarea. Sobre todo, si tenemos en cuenta que se trata tan sólo de parte del cometido. Los gobernantes cuando comienzan sus periodos de gestión saben en general lo que desean y les gustaría hacer, pero no tienen idea clara de lo que “van a tener que hacer”. Los municipios se componen de personas y organizaciones dinámicas que constantemente están generando situaciones nuevas a las que día a día hay que hacer frente con mayor o menor diligencia y acierto. Y ello requiere atención, recursos y tiempo. De manera que no es extraño que los planteamiento iniciales que cada corporación se traza deba ser objeto de retoques, aplazamientos o incluso, renuncias.
Esta serie de circunstancias tal vez aconsejarían gobernar con la vista puesta en un periodo de dos mandatos, lo cual supondría asumir determinados riesgos, pero también, la posibilidad de encarar con mayor realismo la ejecución de las ideas y proyectos con los que los grupos gobernantes acudieron a las urnas.
Si así fuera, la acción de gobierno debería ser objeto de una estrategia consecuente, dentro de la cual la pedagogía y la política de comunicación habrían de ocupar un lugar preponderante. Se trataría de jugar un partido distinto al inicialmente previsto, más político y táctico, cuyo verdadero resultado solo podría visualizarse dentro de ocho años. De otra forma, se corre el riesgo, si no de caer en la improvisación, sí al menos de que todas las energías se orienten al corto plazo y se ahoguen en el devenir cotidiano subsanando y corrigiendo los errores de las corporaciones precedentes.
Es un decir.

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