A lo largo cuarenta y cinco días de cautiverio, he estado contemplando un cerro que, cuando yo era un chaval se denominaba Las Lomas. Nada que ver con la urbanización que lleva ese mismo nombre. Durante aquellos años tempranos, esta zona era un lugar periférico del pueblo y un tanto exótico, tal vez por eso, juntamente con el río, era un sitio apto para la aventura. Para nosotros, era el predio más lejano al que se nos permitía acceder en nuestras escapadas infantiles. Todavía no existían en nuestro universo  ni el monte ni la ribera, y mucho menos la noción de naturaleza. Los territorios eran lugares concretos, la chopera, el río, los brazales, el campo de fútbol, las cuevas, la acequia o… las lomas.

Durante todo este tiempo pandémico, su vista me ha estado aliviando del “mono” que tenía de aire libre. He imaginado el brillo de las hojas nuevas de los pinos y los cipreses; cómo florecían los romeros y se vestían de malva  los cardos. Cómo  las imperativas amapolas teñían los ribazos y coloreaban los campos de rojo intenso. Pensaba que no íbamos a llegar a tiempo y que cuando nos dejaran salir estarían todas las flores chamuscadas y marchitas. Pero, no, no ha sido así. Afortunadamente, la naturaleza en esta ocasión, una vez más, ha sido condescendiente y generosa. Anoche tuvo incluso el detalle de descargar un ligero chubasco. La lluvia refrescó el ambiente y esta mañana, a primera hora, la tierra rezumaba humedad y encanto. Arboles, plantas, flores y todo tipo de pájaros despertaban “dándolo todo” a los madrugadores que nos habíamos echado a la calle ávidos de aromas, colores y trinos.

He recorrido el espinazo de la loma, he tocado los pinos y las piedras, me he rozado con tomillos, ontinas y romeros, -no así con las aliagas -, y tal como deseaba, he vuelto a casa, contento y cansado, trayéndome conmigo todas las fragancias que me han salido al paso. Emocionalmente he tenido la sensación de volver a ser yo, de haber llenado un vacío que me desconcentraba y me impedía hacer una lectura sosegada de esta primavera convertida en  anomalía.

 

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