2015-12-12 12.48.13

Sin asombro, pero sí con cierta curiosidad porque sólo me sé la teoría, contemplo cómo cuando desaparecen la ilusión y las emociones, los discursos no se llenan de ideas nuevas, sino de retórica, tópicos y lugares comunes. Y cómo, a falta de otras motivaciones, vamos tomando asiento en esa zona de confort que siempre proporciona el sentirte acompañado de los tuyos, de aquellos que piensan como nosotros, renunciando a plantearse si los acontecimientos podrían discurrir de manera distinta a como se exponen. Como si la suerte, toda, estuviese ya echada y fuesen la resignación y el seguidismo la única moneda de cambio en nuestro poder.
Es entonces cuando echo en falta esos estímulos y acicates que acostumbran a extraer de nuestro interior lo mejor de nosotros mismos y nos aportan la dosis necesaria de inconformismo e insatisfacción que nos hacen capaces de transformar aquello que parecía inamovible.
Y me pregunto por las causas y razones que nos abocan a esa especie de entreguismo de cuya mano no tardaremos en descubrir las ventajas de la sumisión y el silencio. Hemos perdido la capacidad crítica para disentir o, sencillamente, nos hemos vuelto acomodaticios? O es tal vez la falta de verdaderos referentes la que impide reverdecer y contagiar el caudal de ilusiones que un día fueron instrumento, alma y fuente de energía transformadora?
Formamos parte de una sociedad decadente o simplemente ha pasado nuestro tiempo? Han cambiado los parámetros y las escalas de valor? Es cierto que hay que abolir el pasado, medio en el que hemos crecido y del cual continuamos nutriéndonos? Es verdad que solo tiene valor el presente, porque lo anterior está caduco y el futuro es inseguro? Hasta ahora, se aprendía del pasado, se vivía en el presente y se soñaba y proyectaba el futuro. Sin embargo ahora, se diría que han cambiado nuestros patrones de comportamiento. Ebrios de información, redes sociales y automatismos, se desprecia el conocimiento y se prioriza el valor y la urgencia de lo que destila cada momento
El instante perfecto, la atomización social, la hipertrofia informativa, la dilatación del yo.
Ahí andamos, haciéndonos preguntas, reconozco que retóricas, sin mayor pretensión que intentar comprender aquello de lo que todo el mundo habla, pero que nadie reposadamente expone, porque el que lo intenta corre el riesgo de que nadie le escuche.
Como diría Leonard Cohen (Anthem) hay que encontrar la grieta por donde penetre la luz que nos permita desenmascarar cuanto de absurdo tiene el tiempo que nos toca vivir. Cosas mías.

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