inercia
Hasta que se abran las urnas, no será posible constatar el todavía aparente declive del Partido Popular. En el juego democrático en el que participamos, incluso las tendencias más manifiestas precisan ser refrendadas por los votos. Es decir, por la voluntad de los ciudadanos. Sólo ésta convierte los temores o las ilusiones, según el caso, en certidumbres, que son la base del funcionamiento del sistema electoral. Enseguida saldremos de dudas, pero hay que esperar. El desorden institucional, la falta de transparencia y la generación de conflictos absurdos, así como la pésima gestión económica han derivado en una sensación de desgobierno que, esta vez, si parece haber llegado a tocar la fibra sensible de un importante sector de la opinión pública local. Lo relevante en esta ocasión es que esa sensación parece haberse extendido también dentro del tejido de sus propios votantes.

La primera consecuencia de este hecho ha sido la aparición de una nueva candidatura que comparece con el inequívoco objetivo de competir y restar votos a los populares. Aunque demos por cierto que ambos partidos se disponen a pescar en los mismos caladeros, lo cual ya hace suponer un cierto reparto de piezas, constituye una incógnita a día de hoy en qué medida se verán cumplidas las expectativas de unos y de otros. Y lo que es más importante, cómo afectará el duelo en la posterior configuración de la Corporación municipal.
Hay otros factores no desdeñables que también están contribuyendo a generar ese estado, no sé si de opinión o simplemente de ánimo, que alimenta la nebulosa. Uno es el cambio de candidato, hecho que siempre acostumbra a tener un reflejo en las urnas, y la percepción de que las altas instancias de su partido parecen haberlos abandonado a su suerte. Como digo, son cuestiones cuyos efectos están por confirmar.

Pero todo ello nos hace pensar que puede haber llegado el momento del Partido Socialista. Si así fuera, como es el deseo de un amplio sector de la población, dentro del cual me encuentro, se abriría una etapa nueva de expectativas, no exenta de muy importantes dificultades. Después de ocho años de apelmazamiento institucional, de posturas encontradas entre las fuerzas políticas y de improvisación y deriva corporativa, cambiar la inercia de los acontecimientos no es nada fácil. Pero es posible y, sobre todo, conveniente, necesario. Imprescindible si deseamos que Zuera reactive sus potenciales y vuelva a ser un municipio tomado en serio en el contexto de Aragón.

Nadie mejor que el Partido Socialista está en situación y disposición de poder llevar a cabo con éxito esta difícil tarea. Pero aunque los resultados electorales le fueran favorables lo deseable sería acometerla en colaboración con otras fuerzas políticas, no en solitario. Al margen de lo que expresen las urnas, todo el mundo es consciente de que han pasado más de tres décadas desde las primeras corporaciones democráticas y de que el momento es otro. Son tiempos para bajar la guardia y acercarse al oponente, para poner en común expectativas e integrar posturas. Es decir, son tiempos de diálogo, de persuasión y también, de renuncias en aras del entendimiento. Ese es el camino para concitar el mayor respaldo social, que todo el mundo se sienta representado y como tal, incorporado a la tarea regeneradora. Es posible que de tal fórmula, por sí sola no surja la ilusión, pero es la condición sine qua non para que ésta prenda y barra las impurezas de un periodo que no ha aportado a la comunidad, nada de lo que sentirse verdaderamente orgulloso.
Al frente de la candidatura del Partido Socialista aparece una persona que posee las cualidades adecuadas para abordar esta tarea: Luis Zubieta. Dispone de conocimiento, motivación y experiencia, amén de tener entorno suyo un equipo de personas competentes, responsables e ilusionadas.

En su calidad de portavoz de la Oposición los últimos años, ha sido testigo de excepción de cómo el funcionamiento de nuestra principal institución, el Ayuntamiento, se iba degradando hasta atravesar los límites de la vergüenza propia y ajena. Conoce mejor que nadie las malas prácticas que subyacen enquistadas en nuestra administración y cuenta con un programa de propuestas y alternativas innovadoras a la par que realistas, que podrían devolverle a Zuera la confianza y la ambición de futuro.

Así pues, estamos convencidos de que la nueva etapa que con toda seguridad se va a abrir a partir del 24 de Mayo, debería estar marcada por un nuevo modelo de relaciones entre los grupos políticos que integren la corporación entrante y una búsqueda incesante de acuerdos y soluciones pactadas. Al menos, hasta allí donde sea posible, que es tanto como decir hasta donde llegue la voluntad de las partes. No hay que perder de vista que cada cual contempla la escena desde diferente ángulo de visión y que no existe esa cultura previa de pacto que tan útil resultaría en un momento como éste. Habrá que crearla. Ese debería ser uno de los grandes desafíos del futuro mandato.

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