Tras un largo periodo con problemas de salud, acaba de dejarnos Manolo Romea.

Con su marcha desaparece un personaje valorado, estimado y respetado en esta Villa de Zuera. Un zufariense de esos que no pasan desapercibidos a quienes contemplan la vida con mirada atenta, y cuya presencia  resulta relevante tanto por las formas que esgrimen como por el  valor añadido que incorporan al medio en el que se desenvuelven.

Como mi relación con él no llegó a ser estrecha, no me corresponde a mí llevar a cabo la merecida apología de su persona, pero sí quiero dejar constancia, echando mano de la corriente de respeto y simpatía que nos unía, de que, con su ausencia, Zuera, cultural y socialmente se empobrece, se debilita y pierde brillo.

Como todos, Manolo tenía múltiples perfiles y bajo todos ellos aparecía como un individuo sociable, amable e inteligente. Pero, qué duda cabe que fue su acreditado conocimiento del mundo de los toros  y su desbordada e inocultable pasión por la tauromaquia lo que le otorgaba sus rasgos más llamativos y sugerentes. Rasgos que le hacían aparecer ante nuestros ojos como una persona documentada, intensa y brillante.

Todas las pérdidas terminan siendo inevitables, pero, como es sabido, todas no dejan el mismo hueco. Simplemente quiero manifestar que lamento su partida, que le estoy agradecido  y  que su ausencia no me deja  indiferente. Descanse en paz.

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