A propósito de la memoria
El pasado día 4 de Abril el Heraldo de Aragón se hizo eco en portada, y con un amplio reportaje en su interior, del derribo de la casa que hace prácticamente cien años construyó Odón de Buen. En Zuera, la noticia fue “muy comentada”. Odón la edificó cuando se acercaba su jubilación y, como dice en la primera página de su libro autobiográfico, era en ella donde pretendía escribir sus Memorias. En su interior atesoraba todos los libros y archivos que habrían de servirle como base documental. Pero, como es sabido, sus deseos se vieron truncados por el estallido de la guerra civil, su encarcelamiento en Mallorca y su posterior e inevitable exilio.
El edificio en cuestión, confiscado los primeros meses de la contienda, aparte de una excelente factura, ofrecía una estampa característica y distintiva. En una época en la cual el 99% de las viviendas de Zuera estaban construidas con piedra de yeso y adobas, ésta había sido edificada con pequeños bloques de hormigón que la hacían muy consistente. Este detalle era fácil de apreciar al contemplar tanto su fachada lateral como la posterior. Otra singularidad, como sin duda se recordará, era que tenía la fachada retranqueada unos metros de las alineaciones de la calle y se accedía a la puerta del edificio, después de atravesar una cancela, que la propiedad ha dejado de testigo tras su demolición. Seguramente, el testimonio más rotundo de los vínculos que Odón de Buen mantuvo con su pueblo hasta el final de su vida era, junto al colegio que llevaba su nombre, esta casa situada hasta hace unos días en el número 27 de la calle San Pedro. Bien es cierto, que cuarenta años de dictadura impidieron darle visibilidad y desarrollar un sentimiento colectivo de respeto hacia la misma, de tal forma que hasta hace un par de décadas la mayor parte de los zufarienses desconocían sus orígenes. Pero esto en modo alguno resta notoriedad al hecho.
Hace unos años, cuando un centenar de Odonistas creamos el Centro de Estudios Odón de Buen (CEOB) tuvimos la ocasión de visitar, de la mano de su propietario, uno de los pisos de la casa, pensando en la posibilidad de ubicar la sede de la Asociación en dicho lugar. Ciertamente, la vivienda llevaba mucho tiempo desocupada y hacerla habitable hubiese requerido un esfuerzo fuera de nuestro alcance. No pudo ser. Otra cosa es que el edificio no fuese perfectamente recuperable o que amenazase ruina. Miles y miles de edificios rehabilitados, restaurados o reconstruidos pueblan municipios y ciudades de todo el mundo aportando memoria, identidad y contenido a la historia de los lugares donde se encuentran. Es decir, que alternativas había. Pero es verdad que el inmueble no estaba ni catalogado ni protegido como Bien de Interés Cultural por ninguna Administración, y la propiedad era muy dueña de disponer de él según su conveniencia. Y eso fue lo que hizo, priorizar unos intereses sobre otros.
No hace falta situarse en la década de los años veinte del siglo pasado para percatarse de que, cuando se construyó, aquella no era una vivienda común. Pero al margen del valor que le queramos otorgar a la construcción hoy desaparecida, lo que verdaderamente le concedía relevancia y notoriedad no era su estructura y particular diseño, sino el perfil, la obra y el prestigio social y profesional de que gozaba la persona que la mandó construir. Odón se mantuvo fiel y agradecido a su pueblo a lo largo de toda su vida. El año pasado tuvieron lugar acontecimientos muy relevantes relacionados todos con su obra y su memoria: aniversario de la visita de Einstein, un documental sobre su vida, el bautizo de un buque oceanográfico con su nombre, etc. Se puede encontrar en la página web de la Fundación Odón de Buen y en otras fuentes una completa relación de los méritos personales y científicos que se le reconocen.
Yo comprendo que si no se tiene respeto por el personaje, qué valor le vamos a dar a la casa donde había decidido acabar sus días y cuya sola presencia puede resultar incluso un testimonio molesto. Lamento profundamente que ese edificio haya desaparecido y que quienes pudieron impedirlo no fueran capaces de hacerlo. Lo lamento en mi nombre como defensor entusiasta de la figura de nuestro paisano más preclaro a cuya memoria trato de rendir tributo, y porque ese edificio escondía un paradigmático testimonio sobre la historia de Zuera que merece no caer en el olvido. Sé que hay muchas personas de su pueblo y de otras latitudes que comparten mi sentimiento porque así me lo han transmitido, incluidos representantes institucionales y descendientes familiares. De todo su sentir me hago eco, aunque solo hable en nombre propio.
Desaparecida su casa, ¿seremos capaces de valorar, respetar y acordar un destino digno al inmueble del que fuera colegio Odón de Buen, verdadera joya patrimonial de nuestro modesto catálogo?
Totalmente de acuerdo con la magnífica exposición. Una pena el desinterés Institucional. Qué envida me dan esos Pueblos que conservan rehabilitando, si es necesario, casas donde vivieron personajes destacados de la vida social ó cultural, o rincones que recuerdan a sus «hijos» eminentes. Porque ahora, una vez derruída la casa de Odón de Buen,¿ qué finalidad tendrá el solar que en ese lugar ha quedado? ¿ especulación inmobiliaria? si no, no veo otra finalidad. Seguro que » algo» se podría haber hecho por mantenerla y seguro también que hubiera habido ayudas económicas de otras Instituciones. Para otras cosas las hay, pero hay que trabajárselas.