Busto de Odón de Buen en su mausoleo de Zuera

Mito,  icono y  talismán

El primer encuentro que tuve con Odón de Buen no fue mediante la lectura de sus libros  o publicaciones que por entonces estaban proscritos. Tampoco se produjo a través  de aquel magnífico colegio que tenía su nombre arrancado de la fachada. Mi primer y personal contacto tuvo lugar con el personaje, es decir, con el mito en que lo habían convertido cuarenta años de persecución, oscurantismo y silencio. Y esa convergencia tuvo lugar en el ámbito local del que había sido su pueblo y que, años más tarde, sería el mío. Ambas circunstancias se me antojan muy relevantes para comprender cómo se ha ido gestando y encarnando mi relación con su figura y lo que para mí ha llegado a representar. Todo empezó a través de testimonios de gentes que lo conocieron y de voces terceras que corrían su voz o habían leído alguno de sus textos. En aquellos años era normal que llegaran hasta nosotros noticias e  ideas confusas, producto de los ecos y ficciones que alimentan las leyendas.
Fue poco antes de instalarse la democracia, cuando tuve acceso por primera vez en formato  semi clandestino a una de sus obras: “Síntesis de una vida política y científica”. Su lectura, además de despertarme una gran curiosidad, me produjo emoción y sensación de bienestar. Aquel hombre todavía desconocido con cuyo pensamiento me sentía identificado, había venido al mundo, tiempo atrás, en mi calle. Solo si se ha nacido en un pueblo, se puede comprender el tipo de vínculos que puede llegar a establecer el paisanaje. A pesar de ser todavía  un misterio, cierto orgullo casero se activó ya en mi interior. El tiempo se encargaría de aflorar y perfilar su imagen y nuestra incipiente curiosidad se iría transformando en admiración.
Fue desde el Ayuntamiento, en el marco del gobierno local, cuando el personaje se fue convirtiendo en elemento icónico,  en un verdadero valor patrimonial. Alguien que ennoblecía, enriquecía nuestro acervo cultural y prestigiaba  la imagen de marca del municipio. Recuperar la memoria y la obra de Odón eran importantes per se, pero sobre todo porque constituían un valioso tesoro para el Zuera con el que yo soñaba: verdadero tótem a quien yo rendía culto por aquellos años.
No sé en qué momento la atracción se convirtió en magnetismo. Tal vez cuando leí a Thomas Glick, hispanista norteamericano que vino a Zuera a hablarnos de la vida de Odón y dejó en evidencia nuestro desconocimiento y nuestra ignorancia. Me resultó muy impactante el hecho de saber que cuando Einstein vino a España, fuera nuestro insigne paisano quien tuviera el honor de presentarlo en el Ateneo de Madrid. Y a su lado, intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Blas Cabrera. Por cierto, el pasado día 8 de marzo se cumplieron cien años de aquel acontecimiento.
Después se sucedieron los hitos y gestos que venían a resucitar su presencia entre nosotros y a reparar su imagen y su memoria. La recuperación y reedición de sus publicaciones, su presencia en el callejero, la restitución de su nombre y su busto en el colegio y el acercamiento al Instituto Español de Oceanografía, organismo, como es sabido, por él fundado en 1914. Años más tarde,  la llegada de sus restos a su Zuera natal, su vuelta a casa, supondría un paso testimonial de largo alcance.
El traslado de los restos me proporcionó una de las experiencias más gratificantes y conmovedoras de mi vida: el encuentro y la relación con sus familiares y descendientes. El  trato con todos ellos, y muy particularmente con la generación de sus nietos, me permitió descubrir la naturaleza y solidez de los vínculos que mantenían entre ellos y me proporcionó una información sobre el padre de la saga que no era fácil encontrar por los cauces convencionales. Es entonces cuando descubro verdaderamente a Odón de Buen, su cualidad intelectual y humana y el calado de su huella, que va mucho más allá de lo estrictamente profesional y científico. Y fue en ese  contexto, hace ahora veinte años, cuando  concebimos crear la Fundación. No solo para reverdecerlo y reintegrarle el valor que tuvo en vida, sino para confundirnos con  él y tratar de continuar su obra ampliando el horizonte de permanentes búsquedas en el que él vivió inmerso a lo largo de su vida
El día 4 de abril se cumplieron veinte años de aquel momento importantísimo para mí y, en general, creo que gozoso para la Villa de Zuera.

1 thought on “Odón de Buen, veinte años después

  1. Apreciado Sr. Puyuelo. Cuando pasé mis años de bachillerato en el instituto Goya de Zaragoza, ciudad en la que trabé amistades que aún perduran, no podía imaginar que iba a tener la oportunidad de pasar toda una vida profesional en el Instituto Español de Oceanografía, en uno de sus primeros centros, el de Málaga. Allí fui sabiendo de Odón gracias a la completa biblioteca del centro y a documentos del Patronato del Museo y Acuario que creó conjuntamente con el Laboratorio Oceanográfico. Y, como por casualidad, fui empapándome de su vida científica y cultural, sus años de catedrático en Barcelona, su relación con el premio Nobel Ramón y Cajal. En mi interior siempre pienso que fue una gran suerte cruzarme con una personalidad tan indispensable para la historia de España. Y aún sigo embriagado por la misma. Agradezco mucho su historia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *