círculo

A veces me asalta la idea, seguramente equivocada, de que el efecto Podemos, pudiera llegar a las elecciones semi amortizado. Es decir, que la llama benefactora que sobre nuestro anodino sistema político ha venido alzando los últimos meses, llegado el día de autos, se hubiese consumido. Lo que sí veo probable es que haya perdido parte de su actual luminosidad. Entre otras causas porque la lucha preelectoral ha comenzado ya de manera descarnada y ello les va a suponer un desgaste muy superior al de los otros partidos que hace ya tiempo que lo vienen padeciendo y expiando.
Existen una serie de indicadores que desde mi punto de vista señalan que se está produciendo un punto de inflexión, en su persuasiva y meteórica carrera hacia el poder al que aspiran.
En primer lugar yo situaría el indisimulado acoso mediático que ya se ha puesto en marcha en contra de sus líderes a nivel personal- currículos, becas, operaciones económicas irregulares heterodoxas, etc…Es lo que tiene portar el estandarte de la ética, que te exige un comportamiento escrupuloso e inmaculado en toda circunstancia. Como era de esperar el acoso se hace extensivo a su sugerente, personalista y nebuloso discurso. Un discurso pleno de seducción, pero absolutamente poroso y carente de solidez en cuanto es sometido a cualquier intento de concreción. Poco a poco vamos observando cómo la preclara y brillante retórica de su líder principal es básicamente desiderativa e incorpórea, cuando no demagógica. En ella sobreabundan los qué, pero escasean los cómo y de qué manera. El tiempo nos dirá, enseguida, si además de efectista, es eficaz.
Existen también otro tipo de síntomas que vienen a poner en duda si van a saber gestionar a medio plazo el éxito con que la providencia les ha obsequiado de manera tan fulminante como generosa.
Uno de los rasgos que se han puesto de manifiesto en las últimas intervenciones de los líderes de Podemos -y en particular de Pablo Iglesias- es un deslizamiento hacia la ocurrencia que tal vez no han sopesado adecuadamente.
Por lo tanto si pretenden continuar invadiendo el escenario político, con el mismo poderío que lo han venido haciendo hasta ahora, deberían evitar utilizar un recurso para el cual no están bien dotados. Servirse de la broma, el desdén, la ironía o directamente de la burla en un mitin o cualquier otro acto público es una acción arriesgada si no se hace con la adecuada empatía y destreza. Y eso, por muy entregada que esté la audiencia a quien se halle en el uso de la palabra. Sería un sarcasmo para ellos que el inevitable desencanto al que tarde o temprano habrán de hacer frente se precipitara sobre su proyecto antes de que éste pudiera ser correctamente visualizado.
Hay mucha gente en la que han despertado sincera simpatía, por la ilusión y la frescura que habían introducido en el apelmazado ambiente político. Me consta que a este sector de sus potenciales votantes le han vibrado las antenas cuando estos señores han pretendido ridiculizar y hacer chistes malos, cuando no mofas, refiriéndose a sus rivales políticos o interlocutores.
A la falta de concreción, pues, habría que añadir estas disonancias en la melodía del discurso que como poco introducen la prevención o directamente la desconfianza en parte del auditorio. “No es por ahí”, han pensado. Y no sólo por el aspecto insustancial de este tipo de licencias, sino más bien por la actitud que bajo ellas subyace.
La vanidad y la prepotencia juegan malas pasadas en la política. No hay nadie tan seguro de sí mismo que no pueda dar un traspiés, si el patio se torna resbaladizo.
Aún hay una última cuestión que puede ser tanto objeto de ilusión como de preocupación para ellos. No está nada claro qué consecuencias se van a derivar para Podemos de la gestión de Syriza, en Grecia. Después de una conexión tan explícita como se puso de manifiesto entre los líderes de ambas formaciones, a Podemos no le resultará fácil dejar de ser rehén de las hipotéticas equivocaciones que el gobierno griego cometa. Vamos a ver.

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